Teníamos planeado ir a la Gran Muralla el domingo 3 de enero pero una nevada intensa y que duró mas de 24 horas nos hizo cambiar de planes porque el ómnibus no salía con nieve. Así que el lunes 4 (día del cumpleaños de papá) nos levantamos temprano, nos pusimos dos pantalones, dos pares de medias, dos buzos, bufanda, gorro y camperas y partimos hacia el lugar desde donde sale el 919, el ómnibus verde que llega hasta Badaling, uno de los sitios cercanos a Beijing desde el que se accede a la Muralla. Llegamos a la estación del bus y la nieve lo cubría todo, casi 30 cms. de nieve habían caído. El alma se nos vino al piso cuando nos volvieron a decir que tampoco ese día saldrían los buses porque las carreteras estaban colapsadas por la nieve (todo esto lo intuíamos porque las explicaciones eran en chino!). Estábamos pensando qué hacer cuando se nos acerca una pareja, un matrimonio sudafricano, Karen y Richard, que estaba en la misma situación que nosotros. Estábamos intercambiando ideas sobre la manera de llegar hasta la Muralla cuando un chino, en un inglés de tres palabras, nos ofrece llevarnos en su auto por un precio muy razonable. Nos lleva, nos espera y nos trae de vuelta, le dijimos, con señas y sonidos guturales. Caminamos con él unas cuadras hasta un hutong donde tenía estacionado su auto. Le quitó la nieve y el hielo acumulado, nos instalamos y salimos en una aventura con sabor a incógnita. Calles llenas de nieve, bocinas, carreteras, bocinas, puentes, autopistas, bocinas... un viaje como de dos horas hasta la Gran Muralla. Al costado de la ruta había kilómetros de camiones detenidos por la nieve, esperando a que las carreteras se pudieran transitar.
Estábamos ya en las montañas cuando el chofer nos llamó la atención con un grito y una gesto: allá a la lejos se veía la Gran Muralla. Habíamos llegado y nos mataba la impaciencia de bajarnos del auto. Todavía tuvimos que andar un poco mas y después caminar por calles llenas de nieve que ya era barro. Llegamos al que sin dudas es una de los sitios mas impactantes del mundo. Ver aquella gigantesca obra correr por sobre las montañas y extenderse hasta mas allá del horizonte, sin fin, sin límites, enorme y antigua, nos dejó a los cuatro sin palabras. El poder de los emperadores chinos frente a nosotros.
Anduvimos por la muralla, subimos escaleras, bajamos, entramos y salimos de las torres, nos asomábamos a las ventanas que servían de observatorios y de sitio para los soldados. Luchábamos contra un intenso viento que hacía volar la nieve como la arena en la playa y dificultaba muchísimo el moverse en lugares abiertos. Estábamos fascinados y sorprendidos como niños. Al mirar a lo lejos la muralla se perdía entre las montañas y aparecía más allá, majestuosa e imponente. Y para el otro lado, lo mismo. Kilómetros de muralla que se perdía a nuestra vista, todo cubierto de nieve y con muy pocos turistas.
La Gran Muralla tiene mas de seis mil kilómetros de largo, con paredes de hasta nueve metros de alto y seis de ancho. Fue construida en distintas épocas por los emperadores chinos para defenderse de los ataques de las tribus nómades del norte. La parte más antigua se comenzó a construir por orden del emperador Qin en el siglo II antes de Cristo.
Hola Cris!!! Charlamos un rato ayer pero me quede con ganas de más, entonces... arranque "pal" blog.
ResponderEliminarTe mando un beso!!!
Cuidate
la primera foto muestra la exacta estampa de o que significa estar "cagado" de frío jejej (linda postura tiene el campesino de paso de los toros)
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