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sábado, 18 de septiembre de 2010

20 grados bajo cero

Antes de salir para nuestra aventura oriental consultamos la temperatura que nos esperaba en China: 20 grados bajo cero, decía la página de internet. Nos miramos y preguntamos casi a la vez: "¿Qué son 20 grados bajo cero?". Ni idea, fue la respuesta. Y nos fuimos con dos buzos de lana, dos vaqueros, camisetas y medias abrigadas. ¡Qué inocentes!
Empezó a nevar la noche que llgamos, el 2 de enero a las 8 de la noche, más o menos Y  no paró hasta la noche siguiente. Veinticuatro horas nevando. Treinta centímetros de nieve en la calle.

Esta foto es en la puerta del hotel, el 3 de enero. Había nevado toda la noche pero no sabíamos que faltaban muchas horas de nieve aún. 

Un canal congelado
Todo cubierto de nieve. Mucha nieve.
Noche del 3 de enero: había dejado de nevar. El cielo estaba despejado y brillaba la luna.

 Aparecieron las cuadrillas de obreros para quitar la nieve de las veredas. Empujan la nieve hacia las bocas de respiración del metro. La nieve se derrite y se evapora al contacto con el calor del metro y la  ciudad se llena de vapor.

Mañana del 4 de enero: seguía sin nevar pero la nieve se mantiene en las calles sin congelarse ni derretrise. Los 20 grados bajo cero hacen su trabajo y la nieve parece arena helada y sucia.
El sol brilla pero la nieve, inmutable. Montañas de nieve que complican mas, si cabe, el tránsito de vehículos y peatones
Mas nieve camino a la Gran Muralla
Nieve en la Gran Muralla. No nos dejaron subir por esas escaleras porque había mucho viento y la nieve vuela y pega como la arena en la playa... pero a 20 grados bajo cero.
Techos en la Gran Muralla
Escaleras llenas de nieve. Todo un riesgo subir y bajar por ellas
9 de enero. Había pasado cinco o seis días desde la nevada pero la nieve seguí ahí, como si fuera arena. nada la derretía ni la congelaba. Esta foto es en la Plaza Tiananmen, en el Mausoleo de Mao
Nieve y soldados en la Ciudad Prohibida
Más nieve acumulada
9 de enero, último día en China y la nieve inmutable. Acá es en la entrada al Templo del Cielo

20 grados bajo cero son insoportables para quien no está acostumbrado a temperaturas extremas ni tiene ropa adecuada. La ropa de lana (buzos, guantes, bufandas) no sirve de nada porque el aire helado y el agua se cuelan por todos lados. La próxima vez habrá que llevar ropa impermeable. Habíamos descubierto qué significan 20 grados bajo cero. Un nuevo aprendizaje que nos regalaba China.

viernes, 16 de julio de 2010

Open Mind

Todos los lugares que he conocido me han marcado de una u otra forma pero China he sido una experiencia única, por lejana y por distinta. Y ese ser especial lo he ido descubriendo con el paso de los días, de los meses.
China es, sobre todo, lejana y enorme. En mi memoria también es fría. Dibujo el mapa del mundo en mi cabeza y repaso el recorrido del avión de Munich hasta Beijing: Europa y Asia de oeste a este debajo de mis pies. Recuerdo, por ejemplo, que en un momento del viaje puse en la pantalla táctil de mi asiento (¡una maravilla tecnología de Lufthansa!) el mapa del viaje y estabamos sobre Ulán Bator. ¡Volaba sobre Mongolia! Y antes habíamos sobrevolado Rusia, ¿cómo no va a ser un viaje especial? China es muy, muy lejos. Del otro lado del mundo.
China no es occidental. Si, ya sé que es una verdad de perogrullo pero yo caí en la cuenta de ello después de haber estado allí. Es esa la razón por la que no la entendí, no logré quitarme mi "ser occidental", mi manera de pensar y entender la realidad. China tiene otra manera y es desde esa "otra manera" con la que se debe viajar. China le dio una bofetada a mi actitud de ver, medir y juzgar todo desde mi "tolerante occidentalidad".
Si alguna vez regreso intentaré que sea con una mayor apertura mental.

viernes, 12 de febrero de 2010

Beijing - Templo del cielo

Llegó el día de dejar China pero antes nos quedaba por visitar el Templo de cielo, muy recomendado en las guías turísticas que habíamos consultado. Dejamos el hotel y con nuestras mochilas al hombro nos tomamos un taxi hasta el gran parque Tiantan Gongyuan, al sur de la ciudad, donde está el templo. El parque ocupa una superficie mayor a las 200 hectáreas.


Caminando hacia el Templo nos encontramos con un enorme grupo de personas que, en medio de la nieve y a pesar del frío y de la hora (serían las 1o de la mañana), bailaban al ritmo de una música que salía de un amplificador. Eran muchísimos, hombres y mujeres, la mayoría mayores. Nos quedamos un rato viéndolos y con ganas de bailar pero a los uruguayos nos gana, casi siempre, el miedo al papelón, así que nos quedamos discretamente a un lado.


El Templo del Cielo fue construido en 1420 y las dinastías Ming y Qing rogaban allí por las cosechas en primavera y para agradecer por los frutos conseguidos en otoño. El Templo es un conjunto de edificios rodeado de una muralla interior y otra exterior formadas por una base rectangular que significa la tierra y rematadas con formas redondeadas para simbolizar el cielo. Las murallas dividen el lugar en dos zonas: la interior y la exterior. Nosotros, por razones de tiempo, solo estuvimos en el Salón de la Oración por las Buenas Cosechas.

Este templo con nombre chino, Qi nian dian, es el edificio más conocido de todo el conjunto y uno de los más representativos de la ciudad de Beijing. Se trata de un edificio circular, de un diámetro de 30 metros y una altura de 38 metros. Construido sobre tres terrazas circulares de mármol blanco, el edificio se sostiene sobre 28 pilares de madera y muros de ladrillo. No hay ninguna viga. El salón tiene un triple tejado construido con tejas de color azul y está rematado por una bola dorada en su cúpula. Este edificio se incendió en 1899 y fue reconstruido en el año 1900.





Ya estamos en el aeropuerto de Beijing. Nos quedan 10 horas de avión hasta Munich y dos horas más hasta Amsterdam. Nos despedimos de China con el mismo sentmiento ambiguo que nos ha acompañado durante los ocho días de aventura asiática: fascinación y rechazo, deslumbramiento y desagrado.

Chau China!

miércoles, 3 de febrero de 2010

Ciudad Prohibida - Beijing

La Ciudad Prohibida, llamada también Palacio Imperial o Museo del Palacio Imperial está en el centro de Beijing y fue el palacio de los últimos dos emperadores de la dinastía de Ming (1368-1644) y los emperadores de la dinastía de Qing (1644-1911)


Ese complejo de palacios fue bautizado como la "Ciudad Prohibida" porque las personas comunes no podían entrar sin permisos especiales en aquella época y sólo los cortesanos podían obtener la audiencia del emperador.
Se construyó entre 1406 y 1420 y en ella vivieron 24 emperadores hasta 1911, cuando tuvo lugar la revolución que derrocó las dinastías imperiales de China.


El palacio tiene forma rectangular y cubre una extensión de 720, 000 metros cuadrados. Tiene unas 9.999 habitaciones lo que la convierta en la mayor ciudad imperial y la mejor conservada entre las que existen actualmente en China. Está rodeada por un foso de 52 metros de ancho y una muralla de diez metros de alto.








en Tiananmen, Beijing

Monumento a los Héroes del Pueblo


En el centro de la plaza de Tiananmen se eleva un obelisco de piedra, de 38 m de altura, y una inscripción realizada por Mao Zedong en la cual se lee: Los héroes del pueblo son inmortales, escrito con la caligrafía de Mao



Mausoleo de Mao Zedong

En la inmensa plaza Tiananmen, sobre la plaza, está el Mausoleo de Mao Zedong. Es un edificio que alberga el cuerpo embalsamado del fundador de la República Popular de China. Allá fuimos, a ver aquella curiosidad: ver a Mao como si hubiese muerto esa mañana. La entrada es gratuita, solo exigen que lleves un documento. Así que con nuestros pasaportes en la mano nos pusimos en la larga cola que avanzaba rápidamente por la helada y nevada plaza. Como todo en Beijing, y especialmente en Tiananmen, la vigilancia es extrema: policías uniformados, policías con ropa de combate, civiles con brazalete que dice “voluntarios para la seguridad pública” (los conocidos “tiras”, no?) y muchas personas más encargadas de que nada ni nadie se salga del orden establecido.


Antes de entrar un escáner en el que me dicen, con gestos y sonidos guturales, que debo dejar la cámara de fotos. Sigo al guardia pensando que me llevaba hasta un armario o algo así, pero no, el señor me sacaba de la cola! Debía salir de la plaza (está cercada), cruzar una avenida de unos seis carriles, caminar media cuadra, entrar a un edificio, pagar y dejar mi cámara en una consigna: hice todo eso con tal de ver a Mao!! Salí del edificio, caminé media cuadra, crucé la avenida de seis carriles, y entré a la plaza. Pero entrar a Tiananmen tiene lo suyo: la plaza está cercada y solo tiene dos entradas custodiadas por policías y que obligan a todos a pasar por un escáner, tanta a las personas como a los bolsos (en Beijing, también todas las entradas al metro están custodiadas por policías y hay que pasar por el escáner). Con el ánimo intacto a pesar de tantas desventuras volví a la cola que, a pesar de ser rápida, siempre es muy larga. La mayoría de las personas son chinas, los extranjeros somos muy pocos. Ahora si, sin cámara, pude pasar los controles y entrar al mausoleo. Antes de entrar se puede parar en un puesto de flores para llevarle a Mao. Al entrar me encontré con una enorme estatua de mármol de Mao sentado, sonriente, dando la bienvenida y recibiendo complaciente las flores de sus admiradores. Todo es silencioso y lleno de respeto. Siempre en fila y sin que me permitan detenerme ni un segundo, doy la vuelta y me encuentro con una gran sala que en medio tiene una urna de cristal, refrigerada en donde está Mao embalsamado y cubierto por una gran bandera china. Mao no es solamente el fundador de la República Popular de China, Mao es parte de la historia del mundo del siglo XX y un factor imprescindible para entender nuestro mudo actual.