El sábado 7 de mayo nos fuimos de excursión al Cantábrico. Un día gris y lluvioso pero la grandeza de las rocas y el poderoso y verde mar valían el viaje.
Realmente lo destacable de la playa son sus acantilados, que solo pueden apreciarse adecuadamente durante la marea baja. Durante la marea alta la playa es relativamente pequeña, de fina arena y adecuada para el baño, pero no se aprecian los acantilados, ni tampoco desde la parte superior de los mismos. Sin embargo, la marea baja nos da acceso a un largo arenal por el que podemos pasear y ver las caprichosas formas que la erosión ha esculpido en la pared rocosa de pizarra y esquisto. Así, nos encontramos con arcos parecidos a los arbotantes de una catedral de más de 30 m de altura (la razón principal del nombre de la playa), grutas de decenas de metros y pasillos de arena entre bloques de roca.
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